TENGO EL ORGULLO DE SER PERUANO Y SOY FELIZ, DE
HABER NACIDO EN ESTA HERMOSA TIERRA DEL SOL, DONDE EL INDÓMITO INCA PREFIRIENDO
MORIR, LEGÓ A MI RAZA LA GRAN HERENCIA DE SU VALOR. Privilegio de haber nacido
en esta parte del mundo llamado PERÚ, donde el sol se abraza en ancestral
hermandad con nuestra historia. Nuestras
costas bañadas con ingente riqueza que solo debemos aprovechar. Adornado con
pisos altitudinales que garantiza el pan del mañana. Flora y fauna noble del
oriente que visten de verde el horizonte y ahí estás tú, está él, estoy yo,
estamos todos nosotros, inducidos por terceros en discordias pueriles,
renegando por lo pudo ser y jamás llegó, gastando el hoy, descuidando el mañana
mientras otros birlan nuestro futuro.
CUANDO DESPIERTAN MIS OJOS Y VEO QUE
SIGO VIVIENDO CONTIGO PERÚ, EMOCIONADO
DOY GRACIAS AL CIELO POR DAR ME
LA VIDA CONTIGO PERÚ. Emociona la oportunidad
de un día más, un día más para hacer Perú, para vivir Perú, para ser Perú.
Cuando las caricias del mañanero sol se posan en nuestra faz recogemos la
mochila y enrumbamos al trabajo. No importa si eres profesional, obrero,
labriego o campesino; hagas lo que hagas para tu sustento hazlo pensando que
tus manos van dibujando rostro de nuestra patria. Que somos nosotros,
individual o colectivamente, quienes daremos forma a la tierra de los incas,
a nuestra tierra. Y cuando con mi mano y
voz voy ganándome el pan recuerdo a papá que decía “No es cierto que los
hombres sean iguales, hay dos tipos de hombres: el trabajador y el ocioso. Eso
los hace diferentes”. ¡Cuánta razón tenía! Felizmente los más son trabajadores;
pero cuánto daño hace un ocioso con trabajo. Cierro mis ojos y veo a papá
llegar a casa luego de un día de ardua labor, con profunda y sincera sonrisa, toma
mis mejillas, revolotea mi cabello pregunta ¿Qué hiciste en la escuela? Luego a
la mesa, a cenar y contaba cosas fenomenales de un mundo que desconocía: que
las truchas, que los motores, que los ovnis… Heredero de la generosidad de
nuestros ancestros. Nunca tuvo mucho, parecía que todo lo tenía pues a todos
daba, con todos compartía, hasta que un día no tuvo nada más que ofrecer y
ofrendó su vida. Mamá ató al dolor en
una esquina y se hizo roca, la misma roca que viste a nuestro ande; de voluntad
férrea, objetivos meridianos e inmenso amor por sus hijos. Se consagró en hacernos
hombres de bien. No conoció vacaciones ni feriado, renunció al dolor por
abrazar un proyecto de vida para sus retoños. Era fuerte, era noble, era
amorosa, era generosa como toda mujer originaria de las entrañas del ande. En
fiestas patrias elevaba su pequeña bandera, su única bandera, la roja y blanca
en la casa vieja, aquella que hoy solo está en nuestra memoria, donde fuimos
tan felices en su amparo, por su amor. Así ella hizo patria, porque ella
se llama Perú y nos legó ese nombre que con orgullo llevamos y heredaremos
a nuestros hijos.
YO TAMBIÉN ME LLAMO PERÚ. ¡No
te defraudaré! Llevaré tu nombre lo más alto que pueda, si alguien interfiere,
que me quite la vida antes de ceder. Sabes amada patria, no soy soldado que
blandiendo un sable defiende tu integridad, menos abogado que en la Haya
centímetro a centímetro protege tus límites, tampoco soy ingeniero que
construye físicamente los sueños de un mundo mejor; Pero yo también me llamo
Perú y me esfuerzo en cultivar las mentes de tus hijos para que te cuiden, te
defiendan, te hermoseen; para que te
amen con alma, corazón y vida.