martes, 20 de febrero de 2024

 




Son treinta y un años de sosegada calma mirando el mismo faro. Cuatro, de novios acompañado de una quimera que día a día iba tomando forma cabal. Tres años de franca amistad compatibilizando tu ser con el mío hasta unir nuestras manos en senda única. Bendito lunes, bendito 30, bendito setiembre en el que nuestros caminos convergen para no más bifurcarse. Aquel día tu gracil figura agitó mis latidos, tu inmensos ojos de color indescifrable turbaron mi entendimiento, tu sonrisa primorosa me cautivó en celdas de amor, tu bello rostro me dio vida. Trajinar esta vida en compañía tuya es bendición inmerecida que disfruto como ambrosía. Gracias por estos buenos, buenísimos años. Que vengan muchos más; que en tu compañía es estar en el cielo en vida.


 Eres la gran explosión que acomodó mis infinitas fracciones en un ser. Eres el inicio de todo. Espacio, tiempo; energía, vida llegó contigo, creó nuestro universo transformando el caos y oscuridad en luz.


sábado, 20 de junio de 2020


TRECE AÑOS

No me diste cátedra verbal, no compartiste teorías sobre la familia; la fuerza de tus actos nos hizo conocer su significado. Le quitabas tiempo al trabajo, esperabas con ansias las horas de refrigerio para llegar a casa, sentarnos alrededor de la mesa, almorzar todos juntos, conversar de muchos temas, pueriles a la luz del tiempo; fenomenales en el momento.

No tenías libros de autoayuda ni líneas telefónicas de soporte que te sensibilicen sobre la calidad de tiempo con la familia; siempre estuviste ahí cuando necesitábamos de ti. Domingos maravillosos, almuerzo en la mesa grande, luego cine. Recuerdo pocas películas de aquella época; si recuerdo con nostalgia esos momentos, alborotados y felices mis hermanos y yo llegábamos al cine, trataba de estar los más cerca de ti pues la luz apagada del cine me daba mucho miedo, sentado al costado tuyo sabía que nada podía pasar.

En un mundo machista de inicio de los setenta no había apologéticos de la familia perfecta, nadie decía “no escondas tu cariño… crea un ambiente de amor…”; mas tú he hablabas del amor que tenías por mí, con palabras emocionadas dibujabas mi futuro, “serás militar, así como Velazco, el Perú necesita hombres de verdad”. Cuando todos nuestros amigos tenían su carruaje con rodajes, escondías tu cansancio, te encerrabas en tu viejo cuarto – taller y trabajabas por horas y días. Para ti debía ser sorpresa. En tu ausencia sacábamos la llave, mirábamos en el taller: un día maderas; al siguiente, cortadas simétricamente; después, clavadas y atornilladas, rodajes, timón…. Era nuestro coche que con esfuerzo construías atardecer tras atardecer.

La fuerza de tus actos hace imperecedero tus silenciosas enseñanzas, trabajador infatigable, en vacaciones buscabas nuevo trabajo y así tener mejoras en la familia. Un día dijiste, ya en Chosica: “no es cierto que los hombres sean iguales, hay de dos tipos, los ociosos y los trabajadores”. Cuánta razón tenías.

Solo trece años estuviste en mi vida, los suficiente para marcarla como hombre de bien. Lo aprendido de tus actos y palabras para bien de la familia intento reproducirlas en mi familia. Hace cuarenta años partiste instalando la tristeza en nuestros corazones, tu recuerdo, tus enseñanzas fueron y son el peto protector en vientos y tempestades.

Si te he defraudado al no ser militar, comprende que fui en busca de mi propio sueño. Cuando llegue  el día y nos volvamos a ver, tenlo por seguro, no agacharé la cabeza avergonzado de haberte avergonzado; Te miraré fijamente, diré que he realizado mi mejor esfuerzo en ser buen esposo y buena padre, ¡tarea cumplida! Para luego fundirnos en un abrazo eterno.

domingo, 7 de junio de 2020


ADIÓS CHIQUITITA

Ya van cuántos caídos, partidas sin despedida, en silencio, a solas; sin poder estar para decir adiós. Hace un par de días enrrumbó en su viaje al infinito; no sabía que sin querer estaba obligada a hacer maletas. Seguramente habrá reunido a sus hijos y esposo y les habrá cantado una canción para enseñarles que la vida sigue sin ella, que hay que ser fuertes al enfrentar los designios de Dios, que después de días turbios llegan mañanas de pleno sol. Su dulce voz habrá cantado esa última melodía como hace cuarenta años cantó para mí devolviéndome la vida y la esperanza.

Mamá de luto, desgarrada por el dolor al ver el féretro de papá ingresar a su última morada, desmaya, María y Jesús la sostienen dándole aire para reanimarla, David sin soltar la mano de mamá está bañado en lágrimas, Neyer sentado al pie de la tumba de mi padre no puede contener el llanto, Raúl acompañado de Toto y Jhony contiene sus lágrimas volteando la cabeza atrás. Muchos conversaban de lo bueno que había sido papá, otros acompañaban el dolor nuestro, realmente acongojados. Y yo, yo que siempre había amado y respetado a Dios dudaba de su amor o existencia, ¿por qué? Me preguntaba, odiaba todo y a todos, maldecía al hipócrita que fingía llanto, deseaba la muerte de muchos y que papá despierte; confundido, con profundo rencor por la injusticia de la muerte de mi padre, corrí a la parte posterior del cementerio, afuera había una pequeña sequia, me senté, introduje los pies con todo y zapato y lloré, llore… golpeaba mis rodillas con la frente; repentinamente sentí su dulce voz,” cálmate Renato, no llores, ya tu papito está con Dios”. Se sentó a mi costado, también mojo sus zapatos, dijo que iba a cantar una canción para mí, cantó, cantó… dándole oxígeno a mi vida, afianzando un sentimiento nuevo que hizo más llevadero mis días:

¿Chiquitito dime por qué?
tu dolor hoy te encadena
en tus ojos hay
una sombra de gran pena.

No quisiera verte así
aunque quieras disimularlo
si es que tan triste estás
¿para qué quieres callarlo?


No quería que me vea llorar, seguía con la cabeza en la rodilla, estaba fascinado por su voz y la letra de la canción. Habíamos hablado poco, me alegraba las veces que habíamos conversado, me gustaba su sonrisa y la forma de sus labios al pronunciar mi nombre; pero no sabía que cantara y cantara tan bien.

Chiquitito dímelo tu
en mi hombro aquí llorando
cuenta conmigo ya
para así seguir andando.

Tan seguro te conocí
y ahora tu ala quebrada
déjamela arreglar
yo la quiero ver curada.

Chiquitito sabes muy bien
que las penas vienen y van y desaparecen
otra vez vas a bailar, y serás feliz
como flores que florecen.
Chiquitito no hay que llorar
las estrellas brillan por ti allá en lo alto
quiero verte sonreír, para compartir
tu alegría chiquitito.
Otra vez quiero compartir
tu alegría chiquitito.

Cantaba y agarraba mi cabello, que hermosa melodía, muchas veces la había escuchado, no había reparado en la letra, la maravillosa letra que me infundía esperanza

¿Chiquitito dime por qué?
tu dolor hoy te encadena
en tus ojos hay
una sombra de gran pena,
no quisiera verte así…

Su voz era más débil, se respiración agitada, avergonzado levanto la vista, ella tenía los ojos en llanto, nos miramos fijamente, en un acuerdo nunca dicho ella secaba mis lágrimas, yo las suyas, en coordinación perfecta acerque mis labios a sus labios y ella sus labios a los míos, juntamos nuestros labios en un beso que durará mientras tenga vida. Sentí la acidez de nuestras lágrimas, nos apretamos fuertemente como si quisiéramos ser uno. “La canción refleja lo que siento, nunca estarás solo, siempre estaré para ti, ya no eres Renato, ahora eres chiquito, mi chiquitito, yo seré tu chiquitita”. La abrace tiernamente, nuevamente nos miramos fijamente, sus ojos eran una promesa de tranquilidad, sus labios el dulce manjar a venerar. Nos besamos, está vez sentí el dulce de sus labios cual ambrosía me regalaba vida eterna. Nunca pregunté ni ella respondió, solo fue la fuerza del primer amor que nos unió como enamorados. Fueron tiempos memorables, las veces que podíamos conversar era tan feliz, que hubiera podido cantar “bonito, todo me parece bonito” de haber existido la canción. Los sábados, los días más esperados, encontrarnos en el quiosco de periódicos, pasear, conversar, En cada palabra, en cada sonrisa, en cada mirada encontrar motivos para amarte más, la despedida siempre con un juramento de eternidad y una promesa de nueva cita. Hola chiquitito, hola mi chiquitita, nos tomábamos de la mano fuertemente, caminábamos en el mismo ritmo de pasos, si alguien conocido se acercaba, nos soltábamos, ella se sonrojaba y decía “es que tengo miedo que le digan a mis padres”, para luego nuevamente tomarnos de la mano y seguir caminando juntos, que chiquitito esto, que chiquitita aquello. Así eran nuestros días en compañía. Si veíamos una pareja de enamorados, con miradas de auscultador las observábamos para luego preguntarnos: “¿chiquitita, tú que vez?  Solo bajas pasiones; y ¿tú que vez chiquitito? Lujuria”. Reíamos, seguíamos nuestro camino convencidos de nuestro puro y perpetuo amor.

La vida y sus caminos, a veces confusos e incomprensibles, nos permitió el primer amor, nos ayudó a crecer y aprender juntos hasta nuestro tercer aniversario. Sin preguntas, sin rupturas ni reclamos, esa vez nos dijimos adiós. Caía la tarde, arreciaba el frío, inerme veía tu caminar, te detuviste por unos instantes, volteaste, retornaste a mí, con los ojos vidriosos me miraste fijamente, tus manos estrujaron mi casaca, besaste mis labios fuertemente, recobraste la respiración: “Siempre serás mi chiquitito”, media vuelta, tus pasos sembraron distancia haciendo cada vez más pequeña tu figura, aunque tu recuerdo se agigantaba en mi memoria.

El viernes pasado partiste a la eternidad, mi primer amor, mi buena amiga ya no está. Ya no escucharé tu dulce voz diciéndome chiquitito, recordándome que siempre hay una solución, solo hay que buscarla. Decías  que nunca se está solo si hay alguien que te quiere de verdad sea como novia o amiga. Siempre te dije lo importante que eras para mí, primero como enamorada, luego como buena amiga. Nunca agradecí la influencia positiva de tu vida en mi vida, me enseñaste a perseverar, a encontrar ventanas si las puertas se cierran; confiaste en mí, enseñaste a confiar en mis posibilidades, siempre estuviste para mí, tal como lo prometiste. Recuerdo que cuando asumía un nuevo reto profesional el 2015, enviaste un mensaje: “Chiquitito, felicitaciones. Recuerda, eres bueno, nunca lo olvides”. Gracias por todo, si ese día no llegabas para cantarme, seguramente ya no estaría en este mundo. Perdón por no estar, aunque sea con la tecnología, cerca de ti, tal como lo prometimos esa tarde de octubre en la que se juntaron nuestras vidas. Adiós primero amor, adiós buena amiga. Cuando todo esto acabe, buscare tu tumba, te llevaré una canción. Descansa en paz chiquitita.

domingo, 26 de abril de 2020

LA VISITA
Repentinamente se abre la puerta del cuarto, asustado me levanto intentando no despertar a rosita. Renato, Renato escucho en la oscuridad, una voz que no suena conocida, pero evoca el ayer. Prendo la luz de la lámpara, veo tres figuras que en segundos reconozco: tío Leoncio, tía Juana y Mamá. ¡Qué, mamá! Rosita despierta, - señora - de un brinco se pone de pie, abraza a mamá. Ella imperturbable solo nos mira. Hijo – dice el tío Leoncio - muéstrame los papeles del terreno. ¡Terreno, qué terreno! Estos son los papeles – exclama rosita – sacando diligentemente del velador algunos documentos. Los lee atentamente, levanta la mirada dirigiéndola a mama: Rosa, han fraguado documentos para apoderase del terreno. - Leo tú los conoces, habla con ellos, diles que es tu sobrino, que dejen de molestar a la familia – expresa tía Juana.

Mamá parada al frente de la cama, debajo de la televisión me mira tiernamente, sonríe. Me acerco, la abrazo. ¡Es mamá, sí es mamá! Ella como siempre inclina mi cabeza y susurra al oído – invítame una taza de café. Vamos al comedor –digo. – Esta bien acá. Raudo voy a la cocina, subo con dos tazas de café – rosita ayúdame con las demás tazas; y mis tíos. – Ya se fueron. – Mamá siéntate en esa silla o sino en la cama. – Está bien así, sostén un momento la taza. De su bolso que tenía en la mano izquierda saca un táper, lo abre, extiende la mano y nos ofrece una cachanga a cada uno. – Cómelo, lo he preparado para ti. Aún está tibio, cómelo entes que se enfríe. Lo tomo y lo llevo a la boca, su aroma me recuerda a esas tardes en la que amasaba la harina con habilidad de artista, le daba forma y a la sartén. Un manjar que mi paladar no ha olvidado. Le doy un mordisco, ese sabor exquisito tan ligado a mamá, tan ligado a mi y a la vida familiar. Mastico, el sabor recorre mi cuerpo, mi memoria se aviva, recuerda los días felices en Progreso. Keta jugando con su cocina y ollas; Raúl, Neyer y yo en la lucha libre con las máscaras que había mandado María. David, cargado por mamá que llama – ¡vengan, hora de almorzar, ya pronto llega papá!- Sentados en esa mesa gigante, hablando de miles de cosas, comiendo apuradamente para seguir jugando, siempre juntos. La memoria me lleva a Julio C. Tello, estamos jugando un partido de fulbito, mamá pachita observa sentada en el dintel de su puerta. En ese repentino viaje llego a la cuadra cuatro de Huancavelica, al Ministerio de Pesquería donde nuestro mundo fue haciéndose más consiente. El hospital la morgue, la funeraria en la que jugábamos, aunque yo tenía mucho miedo. La calle Real y la tiendas que tanto me deslumbraba; la feria y todos sus productos.

Despierto de mis recuerdos, - ¡Y mi mamá!. – Ya se fue – exclama rosita. Dice que acabes tu cachanga, quiere que te cuides, que te abrigues y no te desveles. Sabes, dijo que siempre te ve y cuida aunque tú no la veas. Te extraña y esperará el tiempo que sea necesario para que vuelvan a vivir juntos. Que es muy triste tener que irse. Prometió que cualquier día vuelve a hacernos una visita.

Maldito, Maldito yo que por encerrarme en mis recuerdos no pude disfrutar de tu visita; de besarte tiernamente; de abrazarte con hambre de amor materno; de sostener tu mano, esa mano que me fortaleció, cobijó y abrigó; de susurrar a tu oído lo mucho que te amo y extraño. Ya no cerraré la puerta del cuarto para que cuando tu vengas ingreses fácilmente, tendré un termo con café esperándote, colocaré una mesa y dos sillas para sentarnos y charlar, tengo tanto que contarte. Te esperaré madre, todas las noches esperaré tu amorosa visita. Si no llegas iré a buscarte, iré a visitarte. ¡Encontraré el camino!

domingo, 24 de diciembre de 2017

NAVIDAD SIN TI

Ya es media  noche, todos felices por estar juntos en un día tan especial. A lo largo de estos años muchos han partido, dejando sentido dolor en nuestro ser; pero hemos seguido adelante, el legado que nos dejaron fue el valor supremo de la familia y su importancia en la realización personal.

Es en este mes, especialmente en este día que recordamos más vívidamente a nuestros seres queridos. Tengo grabado en la memoria a mi padre, Donato, el generoso y buen hombre. Incansable trabajador, hasta en vacaciones buscaba un “cachuelo”  para el sostén de su familia.  En uno de sus viajes trajo un sombrero que le gustaba mucho y lo guardó en su famoso cuarto de trabajo. Intrigados en el cuarto que siempre estaba con llave, logramos, mis hermanos y yo, conseguir la llave, había herramientas, solo herramientas, hasta que llegó el sombrero. Al centro de todo, descansando en la mesa, estaba el sombrero y fue lo primero que tomamos, Raúl, Neyer y yo  nos lo pusimos reclamando el derecho que a cada quien le quedaba mejor, en desacuerdo decidimos llamar a un juez, Tony, mi bello y amoroso Tony quien nos miraba con un rostro indescifrable, le dimos  el sombrero,  él salió corriendo perdiéndose en la distancia, no pudimos alcanzarlo. Horas más tarde regresó trayendo el preciado tesoro agujereado, lleno de huecos, muestra que Tony se había divertido. No sabíamos que hacer, pronto llegaría la noche y papá retornaría a casa. Con las ocupaciones y el cansancio no ingresó al cuarto por meses, hasta que llegó navidad, 24 de diciembre de 1971, “vieja dame la llave del almacén” dijo, todos contuvimos la respiración, por espacio de quince minutos no hubo ruido, asustados esperábamos, su salida, su enojo y el castigo. Salió, nos dijo que deberíamos cambiarnos pues en su trabajo, Ministerio de Pesquería, había una reunión por navidad  para los hijos de los trabajadores. Repentinamente mostro su mano izquierda que tenía escondido detrás y  preguntó quién era el causante de tal desastre. Mostraba el sombrero hecho girones, con tantos huecos, en uno de ellos el dedo de papá. Nadie respondió. “Raúl, dime que pasó”. Silencio. “Neyer, habla tú, dime que paso”. Nuevamente silencio.  Me miró fijamente, vi su rostro sereno, severo, empezaba a mover los labios para preguntarme, empecé a llotrar. Mi padre  me tomó de las manos y me llevó a su cuarto de trabajo. Se sentó y me  puso en su rodilla. Renato, sabes por qué tengo guardado este sombrero. “No papá”. “Mi papá, tu abuelo, usaba sombrero, uno parecido a este. Por eso cuando vi este sombrero en Huancavelica, lo compré. Por y en la memoria de mi padre. Yo no tengo fotos,  no tengo nada de él. El sombrero sería el único recuerdo de mi padre. Por eso lo guardé, lejos de sus manos, para que no se dañara”. “Papá perdón…”.”Calla hijo, algún día ya no estaré, tú buscarás momentos, motivos y objetos para recordarme. Es así la vida. El sombrero tiene muchos huecos pero sigue siendo sombrero, igual me recuerda a mi padre y a todos los sacrificios que hizo por mí; en la vida tendrás muchas dificultades, pruebas en cada momento, retos que no esperabas; pero nunca ¡Nunca! Te rindas y jamás pierdas el corazón de buen hombre”. Lloraba al escuchar sus palabras, no entendí el mensaje, solo me asustaba que un día ya no estaría. “Calma hijo, calma”. Levantó mi rostro y vi sus ojos enrojecidos,  me besó la frente, me estrechó en su pecho, “Vamos, tenemos que ir al homenaje navideñó”. Razón padre, cuánta razón tenías padre. Hoy busco mementos, atesoro en la memoria recuerdos, guardo objetos que me recuerdan ti. Siento que la vida te llevó de mi lado  muy pronto. Tenía once años cuando partiste, sabe Dios cuanta falta me hiciste. He jurado no ir a visitarte, solo fui a despedir a mamá, luego nunca más he ido a tu morada; pero  hoy doy por vencido ese juramento, lo hice porque siempre me he negado a aceptar la partida tuya y de mamá. Para mí son seres vivos, en mi imaginación sigo siendo un niño que espera tu retorno en las tardes, llegas, me acaricias, me hablas, me cuentas tu día. Por ello busco momentos de soledad para volver a estar contigo y con mamá para ser feliz. Hoy te visitaré, visitaré a mamá y conversaremos, no importa que sea en un pabellón de cementerio, conversaremos, nos abrazaremos, te presentaré a mi amada esposa, conocerás a tus nietas. Las familias trascienden al tiempo y a la vida física. Las familias son eternas, padre, perdón, en más de dos décadas no he ido a verte, no te he llevado flores. Hoy iré y conversaremos de la importancia de tener un sobrero en la vida.

Mamá, amada madre Rosita, como ya le dije a papá hoy los visitaré,  estaremos nuevamente juntos. Me hacen tanta falta tus caricias, necesito tus besos, falta en mí la música de tu vos. MI vida hubiera sino más bella de la que es si tú me acompañaras. Sabes madre que fuiste mi universidad, de ti aprendí las mejores lecciones para ser buen hombre. Mujer virtuosa, tu hiciste de los valores el pan diario. A lo largo de tus días me enseñaste la dignidad de la vida, que lo correcto es  bien esquivo; pero a toda costa debemos practicarla.  Cuando papá marchó al infinito, asumiste el rol de padre forjando a tus cinco hijos. Los fines de semana eran para mí de fiesta, te visitaba y acompañaba al mercado, orgullosa me presentabas a tus caseras, hablabas tan bien de mí que despertabas envidia en tus caseras, luego el jugo de rigor. Nos sentábamos y preguntabas sobre Rosa y Raiza. Sería, muy sería decías que como padre y esposo debía hacer lo correcto, dedicar tiempo a la familia y dejar de trabajar en dos o tres sitios. Recuerdo un sábado al mediodía, llegué a casa y te vi vendada en la cabeza, te abracé y besé preguntando qué había pasado. “Tropecé camino al mercado”. Dios ¿Por qué a una mujer santa le debe pasar ello? Yo que había jurado cuidarte, protegerte no estuve cerca. Esa mañana de sábado, madre,  por pereza dormí un poco más, me dije “a mamá la visitaré para el almuerzo”. Te abandoné, madre, te dejé sola. Desde esa fecha tengo sentimiento de culpa. De haber estado no hubiera sucedido, hubiera cuidado tus pasos como tú cuidaste los mismos cuando era niño y adolescente. Juré estar siempre cerca para cuidarte. El trabajo y mi hogar me alejaban de ti los días de la semana; pero el sábado era nuestro. Empezamos a darnos gustitos, sopa de mote, ceviche, tallarines, helados… que rico eran los platos en tu compañía, cuanto extraño esos momentos Rosita, amada madre. A veces, por el simple placer de recordar, camino por el mercado que juntos visitábamos, ya no están tus caseras; mas aun hoy puedo verte caminando con tu canasta, preguntando precios, conversando con las placeras, riendo de alguna situación cómica que observabas. Aun hoy madre,  estoy a tu lado, comprando lo necesario para la semana. Aun hoy siento tu presencia y aroma, Por ello todos los sábados, acompañado de rosita, mi esposa, visito el mismo mercado, compro lo mismo que comprabas, creo verte al frente, me acerco y no eres tú, es mi memoria que se ha enterquecido aceptar tu ausencia. Cada vez que tengo una dolencia o dificultad, escucho tu voz que me da fortaleza y el justo consejo para seguir adelante.


No, no te has ido, estás en la sonrisa de Queta, mi generosa hermana; te veo en la mirada de Raúl, en la bondad de Neyer; te veo madre en la nobleza de mi hermano menor David. Te veo en mis hijas que son el sol de mi vida.  Te veo en todo acto de bondad, en todo momento de sacrificio enseñándonos que los obstáculos no pueden, no deben impedir nuestro paso a un mejor futuro. Una tarde madre, te mostré mi título recién obtenido: Lloraste como niña, me abrazaste fuertemente, dijiste te estabas orgullosa de mí. No pude contener las lágrimas, ese título era tuyo que sacrificaste tanto para darme educación. Orgulloso yo de tener una madre  como ninguna, bese tu mejilla con sabor a lágrimas, bese tu frente, me fundí en tu cuerpo de un abrazo de amor, de gratitud, madre. No solo me diste la vida, me enseñaste a vivir honestamente, me inculcaste el amor por el estudio y el trabajo. El día de mi matrimonio me hiciste juagar que sería buen padre y esposo; aun antes de tu partida me diste una dura lección, al oído me dijiste “Puedes ser mal hijo; pero nunca mal padre” indicándome que ya no gasten en una moribunda, gasta en tu hijas que tanto necesita. Madre Gracias por todo, la familia me espera para ir a visitarte, nos vemos.

viernes, 28 de julio de 2017

PERÚ: MUCHAS VOCES, UN SOLO CORAZÓN.

TENGO EL ORGULLO DE SER PERUANO Y SOY FELIZ, DE HABER NACIDO EN ESTA HERMOSA TIERRA DEL SOL, DONDE EL INDÓMITO INCA PREFIRIENDO MORIR, LEGÓ A MI RAZA LA GRAN HERENCIA DE SU VALOR. Privilegio de haber nacido en esta parte del mundo llamado PERÚ, donde el sol se abraza en ancestral hermandad con nuestra historia.  Nuestras costas bañadas con ingente riqueza que solo debemos aprovechar. Adornado con pisos altitudinales que garantiza el pan del mañana. Flora y fauna noble del oriente que visten de verde el horizonte y ahí estás tú, está él, estoy yo, estamos todos nosotros, inducidos por terceros en discordias pueriles, renegando por lo pudo ser y jamás llegó, gastando el hoy, descuidando el mañana mientras otros birlan nuestro futuro.

CUANDO DESPIERTAN MIS OJOS Y VEO QUE SIGO VIVIENDO CONTIGO PERÚ,  EMOCIONADO DOY GRACIAS AL CIELO POR DAR ME LA VIDA CONTIGO PERÚ. Emociona la oportunidad de un día más, un día más para hacer Perú, para vivir Perú, para ser Perú. Cuando las caricias del mañanero sol se posan en nuestra faz recogemos la mochila y enrumbamos al trabajo. No importa si eres profesional, obrero, labriego o campesino; hagas lo que hagas para tu sustento hazlo pensando que tus manos van dibujando rostro de nuestra patria. Que somos nosotros, individual o colectivamente, quienes daremos forma a la tierra de los incas, a  nuestra tierra. Y cuando con mi mano y voz voy ganándome el pan recuerdo a papá que decía “No es cierto que los hombres sean iguales, hay dos tipos de hombres: el trabajador y el ocioso. Eso los hace diferentes”. ¡Cuánta razón tenía! Felizmente los más son trabajadores; pero cuánto daño hace un ocioso con trabajo. Cierro mis ojos y veo a papá llegar a casa luego de un día de ardua labor, con profunda y sincera sonrisa, toma mis mejillas, revolotea  mi cabello  pregunta ¿Qué hiciste en la escuela? Luego a la mesa, a cenar y contaba cosas fenomenales de un mundo que desconocía: que las truchas, que los motores, que los ovnis… Heredero de la generosidad de nuestros ancestros. Nunca tuvo mucho, parecía que todo lo tenía pues a todos daba, con todos compartía, hasta que un día no tuvo nada más que ofrecer y ofrendó su vida.  Mamá ató al dolor en una esquina y se hizo roca, la misma roca que viste a nuestro ande; de voluntad férrea, objetivos meridianos e inmenso amor por sus hijos. Se consagró en hacernos hombres de bien. No conoció vacaciones ni feriado, renunció al dolor por abrazar un proyecto de vida para sus retoños. Era fuerte, era noble, era amorosa, era generosa como toda mujer originaria de las entrañas del ande. En fiestas patrias elevaba su pequeña bandera, su única bandera, la roja y blanca en la casa vieja, aquella que hoy solo está en nuestra memoria, donde fuimos tan felices en su amparo, por su amor. Así ella hizo patria, porque ella se  llama Perú y nos legó ese  nombre que con orgullo llevamos y heredaremos a nuestros hijos.


YO TAMBIÉN ME LLAMO PERÚ. ¡No te defraudaré! Llevaré tu nombre lo más alto que pueda, si alguien interfiere, que me quite la vida antes de ceder. Sabes amada patria, no soy soldado que blandiendo un sable defiende tu integridad, menos abogado que en la Haya centímetro a centímetro protege tus límites, tampoco soy ingeniero que construye físicamente los sueños de un mundo mejor; Pero yo también me llamo Perú y me esfuerzo en cultivar las mentes de tus hijos para que te cuiden, te defiendan, te hermoseen;  para que te amen con alma, corazón y vida.