domingo, 24 de diciembre de 2017

NAVIDAD SIN TI

Ya es media  noche, todos felices por estar juntos en un día tan especial. A lo largo de estos años muchos han partido, dejando sentido dolor en nuestro ser; pero hemos seguido adelante, el legado que nos dejaron fue el valor supremo de la familia y su importancia en la realización personal.

Es en este mes, especialmente en este día que recordamos más vívidamente a nuestros seres queridos. Tengo grabado en la memoria a mi padre, Donato, el generoso y buen hombre. Incansable trabajador, hasta en vacaciones buscaba un “cachuelo”  para el sostén de su familia.  En uno de sus viajes trajo un sombrero que le gustaba mucho y lo guardó en su famoso cuarto de trabajo. Intrigados en el cuarto que siempre estaba con llave, logramos, mis hermanos y yo, conseguir la llave, había herramientas, solo herramientas, hasta que llegó el sombrero. Al centro de todo, descansando en la mesa, estaba el sombrero y fue lo primero que tomamos, Raúl, Neyer y yo  nos lo pusimos reclamando el derecho que a cada quien le quedaba mejor, en desacuerdo decidimos llamar a un juez, Tony, mi bello y amoroso Tony quien nos miraba con un rostro indescifrable, le dimos  el sombrero,  él salió corriendo perdiéndose en la distancia, no pudimos alcanzarlo. Horas más tarde regresó trayendo el preciado tesoro agujereado, lleno de huecos, muestra que Tony se había divertido. No sabíamos que hacer, pronto llegaría la noche y papá retornaría a casa. Con las ocupaciones y el cansancio no ingresó al cuarto por meses, hasta que llegó navidad, 24 de diciembre de 1971, “vieja dame la llave del almacén” dijo, todos contuvimos la respiración, por espacio de quince minutos no hubo ruido, asustados esperábamos, su salida, su enojo y el castigo. Salió, nos dijo que deberíamos cambiarnos pues en su trabajo, Ministerio de Pesquería, había una reunión por navidad  para los hijos de los trabajadores. Repentinamente mostro su mano izquierda que tenía escondido detrás y  preguntó quién era el causante de tal desastre. Mostraba el sombrero hecho girones, con tantos huecos, en uno de ellos el dedo de papá. Nadie respondió. “Raúl, dime que pasó”. Silencio. “Neyer, habla tú, dime que paso”. Nuevamente silencio.  Me miró fijamente, vi su rostro sereno, severo, empezaba a mover los labios para preguntarme, empecé a llotrar. Mi padre  me tomó de las manos y me llevó a su cuarto de trabajo. Se sentó y me  puso en su rodilla. Renato, sabes por qué tengo guardado este sombrero. “No papá”. “Mi papá, tu abuelo, usaba sombrero, uno parecido a este. Por eso cuando vi este sombrero en Huancavelica, lo compré. Por y en la memoria de mi padre. Yo no tengo fotos,  no tengo nada de él. El sombrero sería el único recuerdo de mi padre. Por eso lo guardé, lejos de sus manos, para que no se dañara”. “Papá perdón…”.”Calla hijo, algún día ya no estaré, tú buscarás momentos, motivos y objetos para recordarme. Es así la vida. El sombrero tiene muchos huecos pero sigue siendo sombrero, igual me recuerda a mi padre y a todos los sacrificios que hizo por mí; en la vida tendrás muchas dificultades, pruebas en cada momento, retos que no esperabas; pero nunca ¡Nunca! Te rindas y jamás pierdas el corazón de buen hombre”. Lloraba al escuchar sus palabras, no entendí el mensaje, solo me asustaba que un día ya no estaría. “Calma hijo, calma”. Levantó mi rostro y vi sus ojos enrojecidos,  me besó la frente, me estrechó en su pecho, “Vamos, tenemos que ir al homenaje navideñó”. Razón padre, cuánta razón tenías padre. Hoy busco mementos, atesoro en la memoria recuerdos, guardo objetos que me recuerdan ti. Siento que la vida te llevó de mi lado  muy pronto. Tenía once años cuando partiste, sabe Dios cuanta falta me hiciste. He jurado no ir a visitarte, solo fui a despedir a mamá, luego nunca más he ido a tu morada; pero  hoy doy por vencido ese juramento, lo hice porque siempre me he negado a aceptar la partida tuya y de mamá. Para mí son seres vivos, en mi imaginación sigo siendo un niño que espera tu retorno en las tardes, llegas, me acaricias, me hablas, me cuentas tu día. Por ello busco momentos de soledad para volver a estar contigo y con mamá para ser feliz. Hoy te visitaré, visitaré a mamá y conversaremos, no importa que sea en un pabellón de cementerio, conversaremos, nos abrazaremos, te presentaré a mi amada esposa, conocerás a tus nietas. Las familias trascienden al tiempo y a la vida física. Las familias son eternas, padre, perdón, en más de dos décadas no he ido a verte, no te he llevado flores. Hoy iré y conversaremos de la importancia de tener un sobrero en la vida.

Mamá, amada madre Rosita, como ya le dije a papá hoy los visitaré,  estaremos nuevamente juntos. Me hacen tanta falta tus caricias, necesito tus besos, falta en mí la música de tu vos. MI vida hubiera sino más bella de la que es si tú me acompañaras. Sabes madre que fuiste mi universidad, de ti aprendí las mejores lecciones para ser buen hombre. Mujer virtuosa, tu hiciste de los valores el pan diario. A lo largo de tus días me enseñaste la dignidad de la vida, que lo correcto es  bien esquivo; pero a toda costa debemos practicarla.  Cuando papá marchó al infinito, asumiste el rol de padre forjando a tus cinco hijos. Los fines de semana eran para mí de fiesta, te visitaba y acompañaba al mercado, orgullosa me presentabas a tus caseras, hablabas tan bien de mí que despertabas envidia en tus caseras, luego el jugo de rigor. Nos sentábamos y preguntabas sobre Rosa y Raiza. Sería, muy sería decías que como padre y esposo debía hacer lo correcto, dedicar tiempo a la familia y dejar de trabajar en dos o tres sitios. Recuerdo un sábado al mediodía, llegué a casa y te vi vendada en la cabeza, te abracé y besé preguntando qué había pasado. “Tropecé camino al mercado”. Dios ¿Por qué a una mujer santa le debe pasar ello? Yo que había jurado cuidarte, protegerte no estuve cerca. Esa mañana de sábado, madre,  por pereza dormí un poco más, me dije “a mamá la visitaré para el almuerzo”. Te abandoné, madre, te dejé sola. Desde esa fecha tengo sentimiento de culpa. De haber estado no hubiera sucedido, hubiera cuidado tus pasos como tú cuidaste los mismos cuando era niño y adolescente. Juré estar siempre cerca para cuidarte. El trabajo y mi hogar me alejaban de ti los días de la semana; pero el sábado era nuestro. Empezamos a darnos gustitos, sopa de mote, ceviche, tallarines, helados… que rico eran los platos en tu compañía, cuanto extraño esos momentos Rosita, amada madre. A veces, por el simple placer de recordar, camino por el mercado que juntos visitábamos, ya no están tus caseras; mas aun hoy puedo verte caminando con tu canasta, preguntando precios, conversando con las placeras, riendo de alguna situación cómica que observabas. Aun hoy madre,  estoy a tu lado, comprando lo necesario para la semana. Aun hoy siento tu presencia y aroma, Por ello todos los sábados, acompañado de rosita, mi esposa, visito el mismo mercado, compro lo mismo que comprabas, creo verte al frente, me acerco y no eres tú, es mi memoria que se ha enterquecido aceptar tu ausencia. Cada vez que tengo una dolencia o dificultad, escucho tu voz que me da fortaleza y el justo consejo para seguir adelante.


No, no te has ido, estás en la sonrisa de Queta, mi generosa hermana; te veo en la mirada de Raúl, en la bondad de Neyer; te veo madre en la nobleza de mi hermano menor David. Te veo en mis hijas que son el sol de mi vida.  Te veo en todo acto de bondad, en todo momento de sacrificio enseñándonos que los obstáculos no pueden, no deben impedir nuestro paso a un mejor futuro. Una tarde madre, te mostré mi título recién obtenido: Lloraste como niña, me abrazaste fuertemente, dijiste te estabas orgullosa de mí. No pude contener las lágrimas, ese título era tuyo que sacrificaste tanto para darme educación. Orgulloso yo de tener una madre  como ninguna, bese tu mejilla con sabor a lágrimas, bese tu frente, me fundí en tu cuerpo de un abrazo de amor, de gratitud, madre. No solo me diste la vida, me enseñaste a vivir honestamente, me inculcaste el amor por el estudio y el trabajo. El día de mi matrimonio me hiciste juagar que sería buen padre y esposo; aun antes de tu partida me diste una dura lección, al oído me dijiste “Puedes ser mal hijo; pero nunca mal padre” indicándome que ya no gasten en una moribunda, gasta en tu hijas que tanto necesita. Madre Gracias por todo, la familia me espera para ir a visitarte, nos vemos.