CONNY
La luz solar ingresaba por la inmensa ventana del cuarto matrimonial. Renzo luchaba por abrir los ojos o tenerlos cerrados. Hoy no había apuro, hoy no había trabajo, día libre. Se abrió la puerta repentinamente y se dejó escuchar un trio de voces “FELIZ CUMPLEAÑOS PAPÁ”. Se tiraron a la cama del homenajeado. Vale acurrucada como gato en el pecho de su padre le decía: “Te amo viejo, soy muy feliz porque eres mi padre. Feliz día”. Le dio un beso en la frente, como magia apareció una caja delicadamente forrada. Esto es para ti, ¡Ábrelo! Una corbata. Gracias hija, ¡Me haces muy feliz! Papá, dijo solemnemente Ruby, Nos haces muy feliz todos los día, en tu cumpleaños nosotras te vamos a engreír; esto es para ti. Una cajita de tela de seda. Un reloj Fossil. Cuanto habrás gastado, hija, no debiste comprarlo. No te preocupes por el precio, tú vales mucho más, tú vales todo el oro del mundo. Gracias Ruby. Abrazó a sus dos hijas como si se aferrara a la vida. Y yo, viejo de mi vida, solo debo decirte que en la calle o en el trabajo eres un ser más en el mundo; pero para mí eres mi mundo. Feliz día amor. Gracias amor, completas mi vida. Tomemos desayuno.
Se sentía mal por haber salido de casa engañando. Todos habían faltado, Vele al colegio, Ruby a la universidad y Jénnifer al trabajo para poder pasar un día en familia, familia de cuatro. Fue mejor decirles que regresaba antes del almuerzo, que debía recoger exámenes del 3er. Año para revisarlos. Ya en el centro de resonancia magnética, luego de entregar la orden, esperó su turno de atención. Sé que todos tiene prisa, que hay un orden de atención; pero esta señora depende de la resonancia para salvar su vida, volteando para mirar a los pacientes dijo: “Alguien se opone”. Renzo quedó petrificado al ver a la bella dama que hablaba tan firmemente. No puede ser, es un error, ella es… A ti te conozco, hey despierta, despierta. Perdón, perdón estaba pensando… Hola Renzo, que alegría verte luego de tantos años. ¿Viniste a buscarme…? No, es una broma, sé que no sabías que estaba acá, es que te veo tan confundido. Luego de muchos años, habían pasado 22 años y hoy, justo hoy se volvían a encontrar. Ayudó a realizar el examen, le explico que no era peligroso, que usaban lo último de la tecnología y que en instantes sabría el estado de su columna, que tanto dolor le causaba. Diligentemente ayudó en todos los procedimientos; al pasar por la máquina, Renzo perdió color, Conny apretó fuertemente su mano: no temas, recuerda eres mi héroe.
Conny con jean y blusa de vaquero a cuadros, zapatillas de lona roja, cabello ondulado atado en forma de cola, con dientes de cristal que vestían una hermosa sonrisa, agarraba la cintura a Renzo, bailaban entretenidamente Call Me de Blondie. Sus trece años bien distribuidos en cuerpo y belleza no pasaba desapercibida. Al fondo de la pista de baile dos bellacos envalentonados por el alcohol miraban perdidamente a la bella bailarina, y con odio a su acompañante. Se acercaron rápidamente, uno de ellos tomó de la mano a Conny, solo quiero bailar contigo; el otro tipejo atacaba a Renzo. Encolerizado por la escena el enamorado propinó un fuerte golpe de cabeza a su ocasional rival, de dos pasos se puso delante del agresor de Conny. No te metas que conmigo pierdes, decía el truhán. Con los ojos inyectados de ira el enamorado se abalanzó sobre el individuo y empezó a golpearlo. ¡Detente, detente Renato! ¡no sigas! Perdona, no fue mi intención. Está bien ya pasó. Ella inclinó la cabeza al pecho de su compañero, se aferró a sus dos manos fuertemente y le dijo, Renato eres mi héroe, uniendo sus labios en una sola carne. ¿Pero por qué recuerdo eso?. No, no, no debo recordar lo pasado…
Conny la que unió los números a la poesía, aquella que cantaba al oído de Renato cambiando las letras para deleite del galán, aquella que escribía todas las cosas que se decían acumulando papel tras papel, aquella que con las dos palmas de la manos apretaba fuertemente las mejillas del nobel enamorador y juntaba sus labio al de él y decía: di me rindo. Me rindo, me rindo, ambos reían para luego unir nuevamente sus labios, así como estaban unidos sus corazones y sus sueños. A los 24 años se había casado con Daniel Arguelles, renombrado médico que perdió la vida hace 6 años, en un ataque de los ashánincas a los médico voluntarios que llegaban a combatir las epidemias que disminuían la población aborigen. Había tomado las riendas de la familia, se encargaba del negocio familiar, negocio médico heredado de su esposo. Hace muchos años ya que había dejado de ejercer su Profesión. Hoy tenía la visita del pasado, ese pasado que se negó tercamente irse, por el contrario se instaló en cada recuerdo, se quedó en Adriano, su tierno hijo que acompañaba sus días. Jamás pensé volver a verlo, y está aquí, en mi trabajo, asustado por su salud. Dios sabe por qué hace las cosas.
Ya pasó todo Renzo, no tienes ningún problema grave, las imágenes no arrojan ningún daño. Debes visitar un médico físico, él te puede ayudar. Gracias por todo, has sido de gran ayuda. Bueno me voy. Creyeron despedirse con un beso en la mejilla; pero más pudo el pasado que buscaba espacio en el presente. Conny, permíteme agradecer tu gentileza, puedo invitarte a almorzar. Pero qué hago, que estoy diciendo. Almuerzo más tarde, con Adrianito, luego del colegio. Pere está bien, a la espalda del Colegio de mi hijo hay un local agradable, vamos ahí. Haré lo correcto, has lo que siempre dices, es cuestión de dejar fluir las cosas, sabe Dios cuando se dejará ver nuevamente, ¿en 20 años?
Ya en el taxi, Conny ponía al día de todos sus acontecimientos a Renzo, él silencioso pensaba que en casa le esperaban para el almuerzo de cumpleaños. Tomaron cuatro jugos, el primero fue solemne, dijeron solo lo necesario, el segundo fue con risas y recuerdo, el tercero compartieron vasos, el cuarto bebieron del mismo vaso, en actitud maternal, Conny hizo terminar el jugo y limpió los labios del feliz Renzo. Entró raudamente una vendedora y ofreció rosas. Señor regálele rosas a su esposa. Ambos se miraron tiernamente, cual cómplices rieron. Una docena compró, al momento de entregarlas a su grácil dama, la dueña del local se acercó diciendo: Si desean les tomó una foto, se ve que están celebrando algo. Señora recién conozco a su esposo, usted siempre viene sola. Por inercia o costumbre Conny sujeto fuertemente la mano de Renzo. Recién ha llegado de viaje. Sí, sí, recién he llegado. Click. Falta 20 minutos para la salida de Adrianito, debo ir al colegio. Al momento de despedirse inclinaron sus rostros y entregaron sus mejillas, mas algo sucedió, tal vez fue la voz de la verdad que despierta o solo un simple deseo que exige atención. Ambos se miraron fijamente a los ojos, sin poder contenerlo juntaron sus labios. Conny cerraba los ojos y recordaba el primer beso, en abril, el primer día de clases. Renato sentía miel en sus labios, la misma miel que bebió hace 24 años y aún hoy guarda en la memoria de su piel. SE abrazaron unos segundo que parecieron siglos, al separarse Renzo vio humedad en los ojos de su otra mitad. ¿Otra mitad?. Con la yema de los dedos limpió sus ojos. ¿Por qué lloras? Recuerdas que la primera vez que nos besamos, también lloré. Sí, dijiste que era de temor por no saber qué sucederá después. Lo miso siento hoy, no sé qué pasará mañana. Tomó las mejillas del engolosinado Renzo con sus manos, los apretó fuertemente, las besó. Note rindas Renzo, no te rindas. Ambos rieron como ayer, como ayer.
Ya había pasado el enojo de la familia, aunque tarde estaban almorzando juntos, poco a poco llegaron los hermanos, primos, sobrinos, amigos… Jennifer atendiendo a todos, Ruby y Vale pasando bocaditos, sirviendo gaseosa. Y Renzo ido, pensando, miraba a su cónyuge, quería acercársele, decirle que la amaba, que era su vida, su razón de existir; pero tenía miedo, vergüenza...
Esa noche inevitablemente soñó con ella. Hola, hola, por qué no respondes mi saludo, me llamo Renzo, sé que te llamas Conny, solo quiero ser tu amigo. Por favor no me molestes, le voy a decir a mi papá. Todos los días salía antes del final de clase para esperar a su amada. Hola, hola, por qué no respondes mi saludo. Hasta que persistencia dio su fruto. Amigos entonces. Todos los días escribiré algo para ti para que cuando duermas lo leas y pienses en mí. Y yo que debo hacer, ¿escribir también? Y así la amistad se convirtió en una competencia de escritura. Mañana empieza las clases, puede conocer a otra persona, mejor me declaro. Que tal las clases. Sabes quiero decirte algo. Pero que sea rápido para no llegar tarde a casa. Sentados en el bando del parque, Renzo tomo respiración, se encomendó a Dios: préstame tu mano, toca mi corazón, sientes que agitado está. Sí. Es por ti. ¿Por mí? Sí, por ti, ya en mis venas no corre sangre, corre tu nombre y riega todo mi cuerpo. Siempre te tengo presente, no puedo dejar de pensar en ti, tú vives en mí. Levantó el brazo derecho y abrazó a la inmaculada niña, con la izquierda acarició su mejilla. Ella sumisa solo miraba, miraba a su pretendiente. Fueron acercándose sus labios hasta que se juntaron. Rápidamente se separaron, se miraron mutuamente, al son del amor elevaron sus brazos rítmicamente para abrazarse, sonrieron, juntaron sus cabezas, unieron sus labios en perfecto amor. Era dulce, era exquisito meditaba Renzo. Conny quería grabar cada instante, sabía que la memoria es importante en la vida. Repentinamente se soltó, apretó las mejillas de Renzo y beso fuertemente para luego decir: ríndete, ríndete. Me rindo, me rindo y ambos sonrieron. ¿Qué es la eternidad? Somos tú y yo juntos. Luego de casi cuatro años, cuando no había aposición a su amor, nadie objetaba, todos presumían que la vida los tendría juntos por siempre, se separaron. Nadie sabe por qué. Se dejaron de hablar y con el tiempo cada quien tuvo su grupo de amigos.
Hoy es lunes, día de la cita. Parque del amor, llega la parejita caminado, agarrados de la mano, sonrientes, cada tres pasos un abrazo y un beso, buscan algo con que escribir, encuentran un clavo raído, suficiente para escribir que por ahí estuvieron Renzo y Conny. Miro la inmensidad del mar y pienso que así es lo nuestro, no lo podemos ver pero sabemos que estamos ahí. Yo miro la inmensidad del cielo y pienso que así es lo nuestro, libre, quizá haya alguien que quiera detenerlo pero el amor como el viento han nacido para ser libres. Toda pareja hace locura, estos dos tortolitos tenía que hacer lo suyo. Subieron a un planeador, el reto era, allá, en los más alto gritar lo que se les ocurra. Ambos en cielo exclamaron: Te amooooooooo. No, no miento, es lo que siento, lo que siempre he sentido, he dedicado mi vida a un buen hombre, padre de mis hijos; pero tengo derecho a vivir lo que siento, lo que siempre he sentido. Ahora que bajemos se lo voy a decir. Mientras Renzo sentía lo hermoso del momento se ponía gris al recordar a su amada familia. Ya en el césped, ambos, silenciosamente se sentaron. Lo que he dicho en el espacio es cierto. Yo también dije la verdad. El jueves es mi cumpleaños, quiero que vengas a la casa, quiero que conozcas a Adrianito. Piero no está en Lima, él trabaja en el Cusco.
Cinco de la tarde, hora exacta, Renzo llega a la casa de Conny, tiene dudas de tocar el timbre o irse sin que nadie lo vea. Voltea para retirarse. Renzo, Renzo a dónde vas. Me olvidé comprar un vino. No te preocupes yo no bebo. Pensé que te ibas, me abandonabas. Eso nunca. Apretando los cachetes, beso. No te rindas Renzo, no te rindas. No enturbies los ojos Conny, estoy aquí por voluntad propia, perdón por decirlo: me haces falta. Apretando fuertemente las manos la cumpleañera exige su abrazo de cumpleaños. Mamá, mamá quién es él. Adrianito él es un amigo. Se llama Renzo. ¿Renzo? ¿Así como yo? Tú te llamas Renzo. Sí, soy Renzo Adriano; pero a papá o le gustaba mi primer nombre, por eso siempre me llamó Adriano. Pasemos a la casa. Olor de hogar. Mamá me dijo que Renzo era un amigo de la infancia a quien quería mucho, por eso me puso ese nombre. Él eres tú, sí. Sí, yo sé que eres tú, he visto las fotos que mamá guarda, ahí estás tú, más joven.
Fue una velada perfecta, Adriano es el hijo varón que nunca tuvo. Siempre risueño e inteligente. Jugaron a completar historias, cantaron, jugaron ajedrez y para finalizar la noche, Renzo le dedicó una canción a la cumpleañera: “Si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida. Si nos dejan nos vamos a vivir a un mundo nuevo. Yo creo podemos ver el nuevo amanecer de un nuevo día. Yo pienso que tú y yo podemos ser felices todavía. Si nos dejan buscamos un rincón cerca del cielo. Si nos dejan haremos con las nubes terciopelo y ahí juntitos los dos, cerquita de Dios será lo que soñamos. Si nos dejan Te llevo de la mano corazón Y ahí nos vamos...” Conny visiblemente conmovida bañaba su faz con lágrimas de alegría, de tristeza, de temor, de duda. Lágrimas que detuvieron al ocasional cantante, se acercó, besó la mejilla, puso sus labios al borde del oído y le dijo: “Yo pienso que tú y yo podemos ser felices todavía”. Se abrazaron con la intensidad de una sequía que reclama agua. Repentinamente Adriano se paró del sofá, dio dos pasos y se abalanzó a su madre, abrazó a la pareja tiernamente, sus ojos delataban la emoción oculta. El trío hincado de rodillas buscaban fundirse en una unidad que no nació como tal; pero hoy exigían al sino la oportunidad de ser uno por libre albedrío.
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