La otra esquina
Lic. Renato Vásquez C.
¡La
antigüedad es clase!

En una sociedad de consumo, como la nuestra, quien no
produce o deja de producir sale sobrando, es un estorbo que hay que
eliminar. Actitud enraizada en la mente
y corazón de muchas, muchísimas personas.
Este sentimiento de sierpe no discrimina: une todos los colores, las
profesiones, los tamaños, las nacionalidades… Felizmente no son todos; pero
son.
Las víctimas: mujeres y hombres
marcados por las grietas del tiempo, andar cansino, motricidad confusa, algunos
recuerdos idos. En el tránsito de sus días infantiles fueron la alegría de sus
padres; en sus años mozos construyeron el rostro de nuestra patria; engendraron
hijos e hijas que cuidaron con abnegación, se privaron de muchas cosas para dar
lo mejor a sus retoños. Ahora, al final del camino, solos, abandonados, sin el amor de quienes se
nutrieron de sus años de fortaleza, esperan el ocaso.
¿Los sentimientos envejecen? ¿Los adultos mayores no pueden
ser merecedores de afecto, más aún si se trata de su progenie? ¿El ser humano,
como si fuera objeto, al tener alguna falla se debe desechar? No responda.
Medite. Mire alrededor, divise a sus padres, abrácelos; siéntase niño
nuevamente y en su regazo dile cuanto los necesitas, cuanto los amas. Tus hijos observan, se regocijarán,
serán felices, se sentirán orgullos y jurarán que cuando sean grande serán como
tú. Si no los tienes cerca, camina
cuadras, corre millas, rompe distancias, encuéntralos, confunde tu ser con
ellos en un tierno abrazo, báñalos de besos y pide perdón por el olvido al que
los has sometido. ¡Aún hay tiempo!
Muchos no tenemos la bendición de tenerlos vivos; sólo nos queda elevar
una oración al altísimo agradeciendo por los diligentes y amorosos padres que
nos regaló.
Según el censo del
año 2005, a
nivel nacional hay 2 millones 308 mil adultos mayores, es decir el 8.5% de la
población. Según proyecciones oficiales, se estima que para el año 2025 será el
12,4% y para el año 2050 llegará a ser el 21.3%. Si las cifras no te dicen nada, te recuerdo
que tú, él, aquel y yo formamos parte de esa estadística. Seremos los adultos
mayores del mañana. En nosotros está cambiar el rumbo de este lastre social. La
indiferencia, la falsa comodidad, el desamor no nos puede ganar. Hoy eres
grande y fuerte; pero recuerda el estribillo de una canción que dice: “Todo
tiene su final, nada dura para siempre…”
¿Qué hacemos por cambiar nuestra sociedad?
ResponderEliminarSolo le pido a dios que el dolor no me ¨SEA¨ idiferente.. ->correción<--
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