sábado, 20 de junio de 2020


TRECE AÑOS

No me diste cátedra verbal, no compartiste teorías sobre la familia; la fuerza de tus actos nos hizo conocer su significado. Le quitabas tiempo al trabajo, esperabas con ansias las horas de refrigerio para llegar a casa, sentarnos alrededor de la mesa, almorzar todos juntos, conversar de muchos temas, pueriles a la luz del tiempo; fenomenales en el momento.

No tenías libros de autoayuda ni líneas telefónicas de soporte que te sensibilicen sobre la calidad de tiempo con la familia; siempre estuviste ahí cuando necesitábamos de ti. Domingos maravillosos, almuerzo en la mesa grande, luego cine. Recuerdo pocas películas de aquella época; si recuerdo con nostalgia esos momentos, alborotados y felices mis hermanos y yo llegábamos al cine, trataba de estar los más cerca de ti pues la luz apagada del cine me daba mucho miedo, sentado al costado tuyo sabía que nada podía pasar.

En un mundo machista de inicio de los setenta no había apologéticos de la familia perfecta, nadie decía “no escondas tu cariño… crea un ambiente de amor…”; mas tú he hablabas del amor que tenías por mí, con palabras emocionadas dibujabas mi futuro, “serás militar, así como Velazco, el Perú necesita hombres de verdad”. Cuando todos nuestros amigos tenían su carruaje con rodajes, escondías tu cansancio, te encerrabas en tu viejo cuarto – taller y trabajabas por horas y días. Para ti debía ser sorpresa. En tu ausencia sacábamos la llave, mirábamos en el taller: un día maderas; al siguiente, cortadas simétricamente; después, clavadas y atornilladas, rodajes, timón…. Era nuestro coche que con esfuerzo construías atardecer tras atardecer.

La fuerza de tus actos hace imperecedero tus silenciosas enseñanzas, trabajador infatigable, en vacaciones buscabas nuevo trabajo y así tener mejoras en la familia. Un día dijiste, ya en Chosica: “no es cierto que los hombres sean iguales, hay de dos tipos, los ociosos y los trabajadores”. Cuánta razón tenías.

Solo trece años estuviste en mi vida, los suficiente para marcarla como hombre de bien. Lo aprendido de tus actos y palabras para bien de la familia intento reproducirlas en mi familia. Hace cuarenta años partiste instalando la tristeza en nuestros corazones, tu recuerdo, tus enseñanzas fueron y son el peto protector en vientos y tempestades.

Si te he defraudado al no ser militar, comprende que fui en busca de mi propio sueño. Cuando llegue  el día y nos volvamos a ver, tenlo por seguro, no agacharé la cabeza avergonzado de haberte avergonzado; Te miraré fijamente, diré que he realizado mi mejor esfuerzo en ser buen esposo y buena padre, ¡tarea cumplida! Para luego fundirnos en un abrazo eterno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario