ADIÓS CHIQUITITA
Ya van cuántos
caídos, partidas sin despedida, en silencio, a solas; sin poder estar para
decir adiós. Hace un par de días enrrumbó en su viaje al infinito; no sabía que
sin querer estaba obligada a hacer maletas. Seguramente habrá reunido a sus
hijos y esposo y les habrá cantado una canción para enseñarles que la vida
sigue sin ella, que hay que ser fuertes al enfrentar los designios de Dios, que
después de días turbios llegan mañanas de pleno sol. Su dulce voz habrá cantado
esa última melodía como hace cuarenta años cantó para mí devolviéndome la vida
y la esperanza.
Mamá de luto,
desgarrada por el dolor al ver el féretro de papá ingresar a su última morada,
desmaya, María y Jesús la sostienen dándole aire para reanimarla, David sin
soltar la mano de mamá está bañado en lágrimas, Neyer sentado al pie de la
tumba de mi padre no puede contener el llanto, Raúl acompañado de Toto y Jhony
contiene sus lágrimas volteando la cabeza atrás. Muchos conversaban de lo bueno
que había sido papá, otros acompañaban el dolor nuestro, realmente acongojados.
Y yo, yo que siempre había amado y respetado a Dios dudaba de su amor o existencia,
¿por qué? Me preguntaba, odiaba todo y a todos, maldecía al hipócrita que fingía
llanto, deseaba la muerte de muchos y que papá despierte; confundido, con
profundo rencor por la injusticia de la muerte de mi padre, corrí a la parte
posterior del cementerio, afuera había una pequeña sequia, me senté, introduje
los pies con todo y zapato y lloré, llore… golpeaba mis rodillas con la frente;
repentinamente sentí su dulce voz,” cálmate
Renato, no llores, ya tu papito está con Dios”. Se sentó a mi costado,
también mojo sus zapatos, dijo que iba a cantar una canción para mí, cantó,
cantó… dándole oxígeno a mi vida, afianzando un sentimiento nuevo que hizo más
llevadero mis días:
¿Chiquitito dime
por qué?
tu dolor hoy te
encadena
en tus ojos hay
una sombra de gran
pena.
No quisiera verte así
aunque quieras disimularlo
si es que tan
triste estás
¿para qué quieres
callarlo?
No quería que me
vea llorar, seguía con la cabeza en la rodilla, estaba fascinado por su voz y
la letra de la canción. Habíamos hablado poco, me alegraba las veces que
habíamos conversado, me gustaba su sonrisa y la forma de sus labios al
pronunciar mi nombre; pero no sabía que cantara y cantara tan bien.
Chiquitito dímelo
tu
en mi hombro aquí
llorando
cuenta conmigo ya
para así seguir
andando.
Tan seguro te conocí
y ahora tu ala quebrada
déjamela arreglar
yo la quiero ver
curada.
Chiquitito sabes
muy bien
que las penas
vienen y van y desaparecen
otra vez vas a bailar,
y serás feliz
como flores que
florecen.
Chiquitito no hay
que llorar
las estrellas
brillan por ti allá en lo alto
quiero verte sonreír,
para compartir
tu alegría
chiquitito.
Otra vez quiero
compartir
tu alegría
chiquitito.
Cantaba y agarraba
mi cabello, que hermosa melodía, muchas veces la había escuchado, no había
reparado en la letra, la maravillosa letra que me infundía esperanza
¿Chiquitito dime
por qué?
tu dolor hoy te
encadena
en tus ojos hay
una sombra de gran
pena,
no quisiera verte así…
Su voz era más
débil, se respiración agitada, avergonzado levanto la vista, ella tenía los
ojos en llanto, nos miramos fijamente, en un acuerdo nunca dicho ella secaba
mis lágrimas, yo las suyas, en coordinación perfecta acerque mis labios a sus
labios y ella sus labios a los míos, juntamos nuestros labios en un beso que
durará mientras tenga vida. Sentí la acidez de nuestras lágrimas, nos apretamos
fuertemente como si quisiéramos ser uno. “La
canción refleja lo que siento, nunca estarás solo, siempre estaré para ti, ya
no eres Renato, ahora eres chiquito, mi chiquitito, yo seré tu chiquitita”.
La abrace tiernamente, nuevamente nos miramos fijamente, sus ojos eran una
promesa de tranquilidad, sus labios el dulce manjar a venerar. Nos besamos,
está vez sentí el dulce de sus labios cual ambrosía me regalaba vida eterna.
Nunca pregunté ni ella respondió, solo fue la fuerza del primer amor que nos
unió como enamorados. Fueron tiempos memorables, las veces que podíamos
conversar era tan feliz, que hubiera podido cantar “bonito, todo me parece
bonito” de haber existido la canción. Los sábados, los días más esperados,
encontrarnos en el quiosco de periódicos, pasear, conversar, En cada palabra,
en cada sonrisa, en cada mirada encontrar motivos para amarte más, la despedida
siempre con un juramento de eternidad y una promesa de nueva cita. Hola chiquitito, hola mi chiquitita, nos
tomábamos de la mano fuertemente, caminábamos en el mismo ritmo de pasos, si
alguien conocido se acercaba, nos soltábamos, ella se sonrojaba y decía “es que tengo miedo que le digan a mis
padres”, para luego nuevamente tomarnos de la mano y seguir caminando juntos,
que chiquitito esto, que chiquitita aquello. Así eran nuestros días en
compañía. Si veíamos una pareja de enamorados, con miradas de auscultador las observábamos
para luego preguntarnos: “¿chiquitita, tú que vez? Solo bajas pasiones; y ¿tú que vez chiquitito?
Lujuria”. Reíamos, seguíamos nuestro camino convencidos de nuestro puro y perpetuo
amor.
La vida y sus
caminos, a veces confusos e incomprensibles, nos permitió el primer amor, nos
ayudó a crecer y aprender juntos hasta nuestro tercer aniversario. Sin
preguntas, sin rupturas ni reclamos, esa vez nos dijimos adiós. Caía la tarde, arreciaba
el frío, inerme veía tu caminar, te detuviste por unos instantes, volteaste,
retornaste a mí, con los ojos vidriosos me miraste fijamente, tus manos
estrujaron mi casaca, besaste mis labios fuertemente, recobraste la
respiración: “Siempre serás mi chiquitito”,
media vuelta, tus pasos sembraron distancia haciendo cada vez más pequeña tu figura,
aunque tu recuerdo se agigantaba en mi memoria.
El viernes pasado
partiste a la eternidad, mi primer amor, mi buena amiga ya no está. Ya no escucharé
tu dulce voz diciéndome chiquitito, recordándome que siempre hay una solución,
solo hay que buscarla. Decías que nunca
se está solo si hay alguien que te quiere de verdad sea como novia o amiga.
Siempre te dije lo importante que eras para mí, primero como enamorada, luego
como buena amiga. Nunca agradecí la influencia positiva de tu vida en mi vida,
me enseñaste a perseverar, a encontrar ventanas si las puertas se cierran;
confiaste en mí, enseñaste a confiar en mis posibilidades, siempre estuviste
para mí, tal como lo prometiste. Recuerdo que cuando asumía un nuevo reto profesional
el 2015, enviaste un mensaje: “Chiquitito,
felicitaciones. Recuerda, eres bueno, nunca lo olvides”. Gracias por todo,
si ese día no llegabas para cantarme, seguramente ya no estaría en este mundo. Perdón
por no estar, aunque sea con la tecnología, cerca de ti, tal como lo prometimos
esa tarde de octubre en la que se juntaron nuestras vidas. Adiós primero amor, adiós
buena amiga. Cuando todo esto acabe, buscare tu tumba, te llevaré una canción. Descansa
en paz chiquitita.